Tras el tumbo

jueves, 11 de setiembre de 2008

La “bendición” del teletrabajo

Revisando “The New Yorker” de Setiembre que cayó por casualidad en mis manos encontré este dibujo que realmente me impacto. Cómo no habría de hacerlo si mi aspiración, como la de muchos que trabajamos en la web, es dedicarme por completo a ella, liberándome de este modo de las ataduras del esclavizante trabajo formal. Pero como se dice tan frecuentemente, una imagen vale más que mil palabras…

¿Es libre un individuo dedicado al teletrabajo? ¿Internet liberará a los tipos como yo? ¿Nos está liberando, o nos está arrinconando, invadiendo totalmente nuestra privacidad y todos aquellos momentos en los que antes, cuando menos disfrutábamos de otra actividad?

Ahora todo gira en torno a Internet, a la computadora. ¿No somos ahora más esclavos que antes? Precisamente para escribir esto he tenido que interrumpir por un momento el trabajo que en mi casa hago para mi empleo formal. Antes ese trabajo (el formal) se quedaba allá, en la oficina. Ahora lo llevo a donde quiera que voy. Y, si encuentro un espacio para dedicarme a lo “mío”, es recortando el tiempo para una serie de cosas que hacía antes, que cuando menos me alejaban del trabajo.

Ahora el trabajo es todo. Un poco más y duermo, como este individuo, en una cama que para mayor comodidad y para evitar “traslados engorrosos” y “pérdidas de tiempo” se ha acondicionado dentro del mismo escritorio, que se ha transformado en todo mi mundo: cocina, tostadora, pan de molde, periódicos, cepillo de dientes, televisión, teléfono, despertador, café, todo lo que puedo necesitar se ha trasladado a mi escritorio; todo está a la mano para mi mayor comodidad….¡Esto es vida!

¿Es esto vida?




Cruel destino